¿Qué hacer cuando algo se "rompe" en tu vida?
Actualizado: 27 feb 2021
Tenía el trabajo soñado para mi, me sentía feliz, productiva, súper creativa. Estaba trabajando en mi carrera, lo cual parecería ser lo normal, pero ¿sabías que tan sólo el 27% de los graduados terminan en trabajos relacionados con lo que estudiaron?
Trabajaba en una televisora como directora de producción. Tenía un horario maravilloso, hacia cosas que me encantaban, tenía la libertad de crear cosas nuevas, aprendí muchísimo y además fue mi trabajo fijo mejor remunerado, era como tener una pieza hermosa en uno de los espacios de mi librero.
Hasta que un día esa pieza se rompió. Por temas fuera de mi control, me quedé sin trabajo, cerraron el canal en el que estaba y nos corrieron a todos.
Yo estaba embarazada, así que decidí no buscar otras opciones, pero ese espacio, se quedó vacío. Y cada vez que pasaba frente al librero, lo veía, siempre extrañando la pieza que había estado ahí.
Al principio no me molestaba porque tenía mi vida ocupada con ser mamá por primera vez y lo estaba disfrutando muchísimo, estaba hasta agradecida de no tener que acomodar también el trabajo dentro de mi vida.
Pero el tiempo pasa y conforme pasaba, iba poniendo cada vez más atención en ese espacio vacío y me empezó a molestar. Me empecé a sentir mal, porque quería llenarlo otra vez con exactamente la misma pieza que tenía antes, la que se había roto y eso ya no era posible.
Mis horarios y mis necesidades habían cambiado, ahora tenía que buscar un trabajo que compaginara con ser mamá y ese trabajo no era el que tenía antes.
Probé con otros trabajos, con otras piezas, pero entraban forzadas, o el espacio les quedaba grande y no me gustaba como se veían, no me sentía satisfecha, no quedaban con lo demás, no se sentía bien, no me hacían feliz.
Me estaba costando trabajo aceptar mi nueva realidad.
Queremos todo al mismo tiempo y en la misma medida y ni siquiera yo era la misma de antes, muchas cosas habían cambiado, Pero buscamos lo conocido, lo que nos hizo sentir bien, y así siguió pasando el tiempo y yo neceado con buscar lo mismo y mi frustración en aumento.
No fue hasta que acepté que mi pieza rota ya no podía regresar a su antiguo lugar en el librero que empecé a buscar otras que realmente me gustaran. Tenía que rediseñar ese espacio.
Cambié la pregunta con la que te taladran desde niño de ¿qué quieres ser cuando seas grande?, por ¿en quién o en qué me quiero convertir?
Apliqué lo que es uno de los estados mentales de un diseñador, que es replantearse las cosas, cambiar las perspectivas.
Empecé a usar las herramientas de mi carrera anterior para diseñarme una nueva. Me permití considerar opciones que antes nunca se me hubieran ocurrido. Me olvidé de la idea de que hay tener una pasión por algo ya identificada y me di tiempo para probar con cosas nuevas y diferentes para desarrollar mi nueva pasión. Porque; ¿cómo vas a saber qué te gusta si no te das la oportunidad de probarlo?
Y así, al soltar las creencias limitantes de que mi título determinaba mi carrera, de que sólo el éxito de mi trabajo anterior me iba a hacer feliz y de que ya era demasiado tarde para mi para cambiar, me di cuenta de que la verdadera felicidad iba a llegar cuando me permitiera rediseñar mi vida para que funcionara para mi y que no era tarde para diseñar una vida que amara.
Cuando acepté la realidad, dejé de querer cambiarla o de discutir con ella, me replanteé las cosas cambiando mi perspectiva y me deshice de mis creencias limitantes, todo empezó a tener sentido. Empecé a ver piezas que podían quedar en mi espacio en el librero.
Cuando tu vida está bien diseñada, hace sentido.
Para lograr lo anterior, busqué que quien soy y las cosas en las que creo se alinearan con lo que quería hacer.
Y encontré una pieza que me encantó para llenar el espacio, ahora solo faltaba darle unos cambios al espacio – o sea a mi – para que esa pieza luciera.
Esto no lo hubiera logrado si antes de empezar con todo el proceso no me hubiera detenido a identificar cual era el problema que quería resolver, donde estaba parada, desde donde estaba partiendo. Tenia que ver bien qué tipo de librero tenía y tener muy claras sus características.
Me di cuenta de que no había encontrado la solución y ni siquiera podía ver otras opciones porque mi enfoque había estado en el problema, en el como no, en el no querer aceptar la realidad y a la realidad no hay manera de ganarle o de burlarla o de darle la vuelta. Cuando aceptas la realidad eres libre de poder accionar sobre un problema y solucionarlo.
Y así fue como logré transformarme, así fue como rediseñé mi vida, encontrando una nueva pieza, adecuando el espacio donde la iba a poner para que se viera bien, se sintiera bien.
Entendí que el rediseño es para mi, puede gustarle o no a los demás, lo importante es que a mi me guste y me funcione.
Aprendí que la vida no es que todo este perfecto y ordenado, mi librero no tiene que estar perfecto y ordenado lo que si tiene que tener, es un equilibrio y una coherencia con lo que tengo ahí, con quien soy y lo que quiero. Tiene que satisfacer mis necesidades.
Puede haber espacios vacíos porque estamos en constante búsqueda, puede haber espacios con cosas que me sirvieron para llenarlos en un momento determinado, pero todo se puede cambiar, tanto porque encuentre cosas que me gusten más, que me funcionen mejor o que haya que renovar.
La vida, como el diseño, nunca terminan. El trabajo, el esparcimiento, tu salud, el amor están en constante rediseño, diseñamos hasta que nos morimos.
No te obsesiones con tu vida, no necesitas saber exactamente a dónde vas a llegar al final de la misma, solo necesitas saber si vas en la dirección correcta.
Que tu búsqueda sea diseñar tu vida, identifica las áreas en las que necesites hacer cambios o innovar y vamos a rediseñarla juntas.
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